ODIO A LA VIDA


Mi vida es pensar, respirar, volver a pensar y respirar muy hondo para hacer frente al  horror y el caos de la escena trágica que es el existir.


En la nada que bordea el evitamiento del vacío y lo real el bloque de abismo  aparece en segundos.


Lo ominoso y repugnante de estar vivo es la desagradable alegria de la vida, el miedo corroe cuando lo espeluznante va construyendo el ser que en la vida es una sombra desfalleciendo en los días más grises y nublados.


Al borde del llanto la distancia entre la vida y la muerte se vuelve más cercana. Sublimo porque no hay otra opción, otro lugar para estar, organizo mi ser con base a eso.


El amor es esa extraña estratagema que conduce a seguir estando en el mundo, funciona como un analgésico que va formando una coraza y bordea ese precipicio para proteger la vida. 


Proteger la vida ¿Protegerla de qué? ¿De lo ominoso, lo siniestro? Siempre ha estado en mí esa ausencia que es no para hacer el mal sino para protegerme de lo que soy.


¿Qué soy yo?
La desmaterialización del ser
La evanescencia de mi ser 
Una flecha en el cuerpo.


Estar atrapado, morir atrapado por el cuerpo, por el vacío, por la escena. Inhabitar la esencia, la función de sujeto supuesto saber, entregado al vacío del otro. 


Soy como una mancha de tinta que se expande sobre una hoja en blanco para perecer con el pasar de los años.


La mancha hace  agujero y rompe la hoja para crear ese vacío...El dolor provoca un límite: avanza y recorre con velocidad la vida, la mancha.


Al final mi ser fenece en la mirada del otro, mirada anamórfica, agujereada por lo real; yo, una sombra a desaparecer.


Litoral entre corazón y goce, entre el vacío y el exceso, algo irrepetible que no cesa de repetirse hasta morir, eso es lo singular: el odio a la vida.

            << Planet>> 1866, Víctor Hugo.

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