EL ÚLTIMO TRAGO


En la letra de una canción convergen la imaginación de quien la escucha, el sentido de quien la escribe y la expresión de quien la canta; muchas veces compuesta con metáforas posiblemente como una forma de desplazamiento. 

La música evoca recuerdos, pone a pensar al que la escucha, a imaginar escenarios, despierta estados de ánimo y sentimientos, llega hasta el cuerpo, hace que se mueva al ritmo de la música; hay canciones que antes no nos gustaban y ahora sí, canciones que no dejamos de repetir y escuchar en nuestra cabeza. 

Cuando uno se pone a pensar en los buenos y malos momentos que pasó en compañía del alguien amado es inevitable caer en el arrepentimiento, entonces comienza la reflexión, la meditación del por qué "pasarla mal", tender a la repetición con cada pareja que supuestamente se elije y así llegar hasta el punto de pensar en buscar involuntariamente cierto masoquismo; por que si se hubiese aprendido la lección no se tendería a la repetición. ¿Por que no puedo parar de repetir estas acciones tan dañinas para mi?. 

La idea de que uno está destinado a tal relación amorosa hace recurrir lo contingente como algo necesario, al final eso que se busca repetir  tal vez nunca ha pasado o no de la manera que uno piensa que sucedió, la percepción solo es un trazo, el camino por el que nunca se caminó; o bien se evitó o ignoró por temor o impaciencia, solo permanecen las acciones o intento de ellas que parecen tener un carácter compulsivo.


Lo que no te mata te hiere de gravedad y te deja tan apaleado, que luego aceptas cualquier tipo de maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece
Friedrich Nietzsche


¿Acaso gozo con mi sufrimiento? Esa sensación de sentirme miserable, de sufrir con esa culpa siempre abre una pista de que hay algo más, no se sabe exactamente qué es ya que es lo que se percibe como una realidad expresada y en ese decir hay un tropiezo. ¿Parece como si alguien decidiera por mí? ¿Como si yo no fuera dueño ni siquiera de mis acciones? ¿Hay un Otro en mi? ¿Un intruso? Las preguntas se sostienen, permanecen aunque no de forma perentoria.

El inconsciente juega un papel determinante al momento de hacerse estas preguntas, el Otro es un lugar no una entidad, es un "hiatus" donde el lenguaje puede estar, ¿es lo simbólico lo que a veces amenaza? El Otro no es nadie, pero aun así ejerce el papel de imperativo categórico kantiano que demanda y al mismo tiempo responde.

Es así como llegamos al último trago.


"Nada me han enseñado los años siempre caigo en los mismos errores" .

 José Alfredo Jiménez 

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