ROMPEDORA DE CADENAS

                 Game of Thrones

Para metamorfosearse en carnicero necesita disfrazarse de moralista y, por consiguiente, denunciar los vicios de sus víctimas. 
Élisabeth Roudinesco 

Juego de Tronos era una serie de drama que inicialmente tenía como base la violencia y el sexo, esos elementos eran su fuerte para atraer más audiencia pero posteriormente fue desarrollando temas de poder e intrigas políticas. 

Tanto las escenas de sexo como de violencia no son nada nuevo en las series, lo novedoso eran sus personajes, cuyos destinos eran difíciles de predecir. Entre ellos, un personaje que cautivó a la audiencia, que causó la inquietud y la curiosidad para seguir al pendiente de la serie, de su desarrollo, de ver cómo terminaba, es el de Daenerys Targaryen, figura muy importante en la trama central, creando todo un hype entorno a ella. Todo fanático pensaba que ella era la buena que llegaría a poner fin a las atrocidades del tirano. Es difícil no empatizar con ella, por más que uno no quiera generarle algún elogio es imposible, es un personaje muy bueno que no sólo cae bien sino que hace cómplice al espectador de querer verla triunfar, de que ella se merece gobernar, que pone el bien a costa de lo que sea (que es una forma de violencia) o, por el contrario, si ella comete las peores atrocidades la justificación será porque ha caído en la locura y el loco no es consciente de sus actos así que se libra de un juicio moral como tal. 

Es un personaje único que, pese a descender de una gran dinastía, se ve forzada a huir junto a su hermano, dejando atrás todo su pasado y solo conservando su apellido. Es forzada a un casamiento arreglado por su hermano, prácticamente vendida como esclava, quedando embarazada y un misterioso oráculo le dice que su hijo "conquistará todo pueblo y nación a su paso". Más adelante el hermano es asesinado, quedando ella como la única Targaryen y, tras la pérdida de su hijo y la muerte de su esposo, se arroja en su pira funeraria junto con tres huevos de dragón  y emerge de entre el fuego con tres dragones vivos. Aquí surge la primera devoción hacia Daenarys de una parte del pueblo dothraki que ahora se somete a ella jurándole lealtad.

Con el paso del tiempo adquiere un gigantesco ejército usando astucia y a sus dragones para liberar a miles de esclavos quienes, a cambio, le dan lealtad sirviéndola (lo cual es una forma de esclavitud). Tras cada liberación, ella se mantiene como la gobernante de la ciudad a la que ha arrebatado a los esclavistas. Va creando alianzas con casas (que serían como partidos políticos) para obtener el trono que, piensa, le pertenece por derecho ya que no hay nadie mejor para gobernar que ella.

En la actualidad no hay reinos como tal pero algo permanece vigente de eso y es la figura del héroe o heroína que es venerada por el pueblo. Daenarys se veía a ella misma como la salvadora de los más desprotegidos, como la única que podía darles libertad, se asumía como si ella fuera el agente de cambio en todo el reino, en el mundo, operando de forma Kantiana al querer que sus acciones se conviertan en una ley universal, sometiéndose gustosamente a esa ley. Es decir, llegar a imponer la ley  a la que ella pueda estar exenta, porque ella es la ley. 

Entre la consagración y la ignominia 

Repudiaba a los gobernantes en turno, criticando la manera de gobernar ya que pensaba que las cosas debían de cambiar, sí, pero a su favor. Promovía que habría un gran cambio cuando asumiera el poder, tenía un vasto ejército de fieles seguidores cuya única voluntad es que Daenarys llegara al poder, derrocara al tirano, les devolviera la dignidad que según el tirano les había arrebatado. Rodeada de verdugos que no cuestionan nada ya que si lo hacen se enfrentan a su descontento, solo obedecen órdenes por que los verdugos no tienen voz y si es que la tienen es la voz de quien lo gobierna y lo somete a cometer cualquier acto de violencia.

Hay un fanatismo que cae en una fe ciega, en el sentido religioso la fe emerge de la carencia para dar soporte a las adversidades con las que se enfrenta el religioso pero en la política sirve para moldear a las masas. Esa fe se convierte en una herramienta del poder, porque el poder es algo que corrompe, haciendo que las personas estén dispuestas a hacer lo que sea para conseguir más poder.

Así que ningún fiel seguidor cuestiona al líder, Daenarys se supo rodear de gente que si no le es fiel del todo, por lo menos respetan sus decisiones ya que no le gusta que se le cuestione nada, ella sola se basta y sus consejeros no están para aconsejarla sino para aprobar (porque no tienen opción) todo lo que ella propone. Daenarys no se dio cuenta que ella era parte de la rueda incesante de tiranos que quería destruir, creyéndose capaz de generar un gran cambio en el reino, lo que en realidad hizo fue exactamente lo mismo que sus enemigos, convirtiéndose en la personificación del sistema que había que romper. No sorprende, por lo tanto, su final muriendo a manos de quien debía amarla pero que reconoció en ella la oscuridad de fuego y sangre que terminó por invadirla.

Al final lo que triunfa sobre la razón es la ignorancia. No querer ver esa responsabilidad que pertenece a cada sujeto, porque en ese saber no hay certezas ni garantías de nada; en cambio, en Daenarys (la gobernante) el pueblo encuentra el consuelo de todos sus fracasos y hace más llevadera su propia conducta autopunitiva. 

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