Cuanto mayor es la belleza, más profunda es la mancha. GEORGES BATAILLE
Usuarios en redes sociales ahora compiten por ver quién es el más tolerable, el más liberal, el que apoya las mejores causas sociales. Un fenómeno para analizar es el personaje de Yalitza Aparicio. A diario se comparten fotos de Yalitza posando para la revista de moda, dando algun discurso en una universidad privada, desempeñando su papel como embajadora de buena voluntad para la UNICEF o escribiendo una columna en un periódico norteamericano.
Ser indígena y ser mujer no es un talento, no se tendría por qué anteponer los adjetivos de "indígena" o de "humilde" ante el nombre de Yalitza. La sociedad ha buscado un estandarte, un símbolo para presumir sus buenas intenciones hacia un sector que ciertamente sí es marginado, pero poner a Yalitza como la mujer que le dio voz a los pueblos indígenas y a las trabajadoras del hogar y que sin ella los indígenas seguirían a la sombra de esta sociedad es elevarla al estatus de heroína social, cual si se tratase del Benemérito de las Américas.
Se ha creado el personaje de Yalitza para las portadas de revista, para una sociedad de consumo porque todo se puede capitalizar, desde el turismo sustentable hasta el turismo humanitario, no es de extrañar que en estos tiempos se glorifique a algun personaje salido de alguna minoría.
Se busca que todos tengamos igualdad de oportunidades tanto en el trabajo como en la educación, eso está muy bien, pero no a costa de quitarle oportunidades a unos y otorgándoselas a otros. Iguales nunca vamos a ser y de lo que se trata es de buscar en nuestras diferencias. Ayudamos a alguien solo por el hecho de ser igual a nosotros pero si no lo es entonces se le ataca. Las oportunidades son las que deben de ser iguales para todos y a cada uno le corresponde prepararse para lo que quiera obtener porque en el fondo de esa solidaridad e igualdad que buscamos siempre se busca ser diferente a los demás, que se reconozcan nuestras habilidades y actitudes ante los demás, que el otro vea que nos involucramos con las causas de nuestra comunidad. Hay una cierta intolerancia a la diferencia pero también a demasiada similitud.
En el acto de juzgar y atacar a la persona o a un grupo determinado, el que juzga (que hace el papel de verdugo) se ve a sí mismo como un agente para promover el cambio social, se reduce a una nada, a un instrumento ideológico que se alienta para hacerse gozar por una ley moral auto impuesta. Es evocar al amo a quien está sujeta su ideología, todo ello producto de su propia subjetividad.
Y es que siempre se busca competir hasta en lo más básico como el querer verse bien, la ropa que uno viste, el peinado, el calzado etc., los servicios que uno requiere desde ir a una estética/barbería hasta la comida (por eso el éxito del foodporn), uno acude porque quiere un servicio de calidad. Si el barbero o la estilista es indígena u homosexual eso debería ser lo de menos, se busca quien haga mejor su trabajo. No veo a una persona que aplaude las marchas anarquistas (donde el único fin es destruir y saquear comercios) acudiendo con un médico o dentista que ni siquiera acabó su carrera y tampoco veo que vaya por el simple hecho de que esa persona sea mujer/indígena o de color.
Yalitza por azares de la vida tuvo la suerte de estar en el lugar indicado y volverse famosa y si no era ella puedo haber sido cualquier otra mujer de su comunidad quien se convirtiera en una Yalitza. Es cierto que prevalecen los prejuicios hacia la gente que tiene ciertas maneras de hablar, que es morena y que aparte vive en comunidades alejadas de la ciudad, eso es algo de lo que hay que darse cuenta cada uno de nosotros. Es cierto que también se cometen injusticias hacia los indígenas y que nunca son denunciadas. El racismo continúa a pesar de que a diario se postean y comparten miles de imágenes para erradicarlo.
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